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Años atrás, la única forma que tenían los artistas de darse a conocer era por medio de sus presentaciones y de las emisoras de radio.
En la década de los cuarenta apareció un ritmo musical proveniente de la isla de Cuba: el mambo.
El Mambo se desarrolló a partir del Danzón y fue muy influenciada por los músicos de Jazz traídos a Cuba para entretener sus clientes estadounidenses por los pandilleros que en esa época controlaban los casinos de La Habana.
De las presentaciones en los cabarets, el mambo pasó a ser uno de los ritmos más populares cuando sus principales representantes empezaron a ser escuchados en las radioemisoras cubanas.
Más adelante, en los años cincuenta, sería México el lugar donde se daría la locura por este ritmo, catalogado por algunos como obsceno, por sus movimientos tan exóticos para esa época.
En México se encargaron de hacer del Mambo el motivo hasta de películas, donde desfilaron artistas y bailarines en aquella recordada “época de oro” del cine mexicano, como este famoso mambo que dice:
Control el mambo que dice: Mambo, qué rico el mambo, Mambo, que rico es es es.
Mambo es una palabra de origen africano, que algunos traducen como “conversación con los dioses”, utilizada habitualmente por los músicos como sinónimo de improvisación.
En México hubo dos verdaderos dioses cubanos del Mambo: Dámaso Pérez Prado y Benny Moré.
Juntos dominaron los escenario por años, hasta que el ritmo fue cediendo ante otras tendencias musicales, más modernas para esa época: el Cha-chá-Chá.
Para algunos, el Cha-cha-chá era más sencillo de bailar y por tal razón fue cautivando a las nuevas generaciones en los salones y cabarets.
Pero hasta hoy en día, el Mambo mantiene un lugar privilegiado en la historia de la radio, de la televisión y sobre todo entre los géneros musicales más completos y sofisticados.
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