La amplia gama de habilidades, vicios y características que, tradicionalmente, las creencias populares han atribuido a Lucifer, se refleja en los múltiples y variados usos del término diablo . Incluso ese deseo cuasiinnato en el ánimo del creyente de contemplar alguna vez al genio del mal derrotado, abatido y humillado, frente al triunfo inevitable del bien, ha creado esa imagen, un tanto paradójica, del demonio tímido, inofensivo, digno de lástima, del pobre diablo, con que denominamos al hombre candoroso, bobalicón o insignificante.
A veces da la impresión de que la idea del espíritu maligno se ha hecho casi obsesiva en la mente del pueblo religioso, hasta el punto de poner el vocablo diablo como elemento de comparación en las situaciones más diversas: Pesa como un diablo; Esto sabe a diablos; Que el diablo lo entienda; ¡Por todos los diablos!, Hicieron un ruido del diablo ... Es difícil saber por qué en países de la América meridional, cuando se alude a un lugar recóndito, se habla de donde el diablo perdió el poncho . (La picardía ha sustituido poncho por un poco elegante vocablo de resonancias escatológicas.)
El diablo metido a predicador es una expresión que se endilga a los que, llevando una vida poco edificante, se atreven a dar buenos consejos o a criticar la honestidad ajena. Es similar a la sentencia el diablo repartiendo escapularios . La velocidad, de algo o de alguien, se ha comparado con diversos elementos: veloz como un rayo, correr como un gamo, rápido como una centella, como un cohete. .. Pero nunca la fantasía popular, unida a sus manifestaciones religiosas, ha creado nada tan sugestivo como aquel correr como alma que lleva el diablo.
Y quizás pensando en tantos políticos que siguen devotamente las enseñanzas de Maquiavelo, se creó el dicho Poner una vela a Dios y otra al diablo . Muchas veces el pragmatismo revelará que el fin justifica los medios , que hágase el milagro, hágalo Dios o hágalo el diablo , que nadie se fíe del ángel caído . Su experiencia ( Más sabe el diablo por viejo que por diablo ) y su falsía son temibles. Que nadie ose, como un nuevo Fausto, pactar con Mefistófeles. Que nadie le ofrezca su fiel amistad porque, a cambio, recibirá mentiras y traición. Pues así paga el diablo a quien bien le sirve .
filólogo
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