SOL Y EMPANADAS
José es un quepeño, de 28 años, quien ha construido su vida y la de su familia haciendo y vendiendo empanadas.
El, al igual que su esposa, son auténticos rescatadores del arte culinario costarricense. José y su esposa se levantan muy temprano para alistar los ingredientes de las empanadas. Hoy, por ejemplo, se levantaron a las cuatro de la mañana para moler el maíz, cocinar los frijoles, cocinar las carnes y hacer el picadillo de papa.
Cuando se levantaron, no había electricidad; pero esto no fue un obstáculo para llevar a cabo su labor pues ellos, con el sudor de su frente, sacaron una cocina de gas a crédito en el Gallo más Gallo y la fueron pagando poco a poco con el dinero que han ido ganando con las empanadas.
José y su esposa hacen las empanadas juntos. Cuando están listas, él se va caminando o en el bus a los diferentes sitios donde le compran las empanadas.
El camina mucho y recorre toda la playa o sube la cuesta hacia el pueblo de Manuel Antonio con el fin de vender sus empanadas. La demanda de empanadas es bastante buena. De modo que tienen que hacer dos tandas: una en la mañana; otra en la tarde.
Mucha gente espera que José llegue rápido para comprar una empanada para el café de la mañana o de la tarde.
“¿A qué hora llegará José con las empanadas?, ¿Vendrá esta tarde?, Ojalá que venga pronto porque tengo mucha hambre.”-dicen algunos de sus clientes.
En otras ocasiones, le piden que haga empanadas de otros tipos: de arroz con carne, de gallo pinto, de fideos, por ejemplo. José, amablemente, trata de complacer a sus clientes en la mejor manera posible.
Así como José, muchos otros se ganan el sustento diario. Vaya por la playa y verá a algunos hombres cargando hieleras con diferentes tipos de jugos de fruta, agua de pipa o agua natural. Seguramente, ellos son la salvación de muchos que se exponen sin misericordia a las inclemencias del sol.
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